Con Motivo de la Masacre de las Bananeras 95 Aniversario
Cincuentenario de la Masacre (1978), conmemoración en Ciénaga Magdalena
LA MASACRE DE LAS BANANERAS
Con ocasión del cincuentenario, se celebró un grandioso acto en Ciénaga el 6 de diciembre de 1978, organizado por el Comité Coordinador del Quincuagésimo Aniversario, integrado por Rodrigo Arenas Betancur, quien donó la escultura, Gilberto Zapata Isaza, Jairo Aníbal Niño, Adolfo Charris, rector de la U. del Magdalena, Carlos Arias y un grupo de dirigentes sindicales, entre ellos, el inolvidable Agustín González, presidente de Sittelecom.
Dos preguntas se propone responder el siguiente artículo: ¿Se conoce el número de víctimas? ¿Por qué la reacción tan extrema del gobierno como si enfrentara una insurrección?
LOS HECHOS
La Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena le presenta el 2 de octubre de 1928 un pliego de nueve puntos a la United Fruit Company, de Boston. Pedía aumento de salarios del 50%, dotación de hospitales, campamentos higiénicos, contrato colectivo y supresión de los préstamos en vales solo canjeables en el comisariato de la compañía, supresión del comisariato (para ganarse a los comerciantes), entre otros. Como negociadores fueron nombrados Erasmo Coronel, Nicanor Serrano y Pedro J. del Río.
La UFC se negó a discutirlo alegando que no tenía trabajadores.
El 12 de noviembre, ante la amenaza de corte ordenado por la UFC, el sindicato declara la huelga en todas las plantaciones y unos 32 mil obreros paralizan actividades en la Zona Bananera, que va de Ciénaga a Fundación. “Por el obrero y por Colombia”. El ejército detiene a cientos de obreros, pero los jueces los liberan.
A instancias del gobernador José Ma. Núñez Roca, conservador, la UFC y los grandes propietarios, Atilio Correa, César Riascos, Enrique González, Eduardo Noguera, José Bautista Vives y José María Leica, acceden a recibir informalmente el 19 de noviembre a los negociadores del sindicato, sin que se llegue a ningún acuerdo. El 20, a instancias del jefe de la Oficina de Trabajo, Rafael Hoyos Becerra, se llega a un principio de acuerdo, pero ¿quiénes lo firman? Productores y comerciantes que han estado contra la UFC, Juan B. Calderón, Julio Charris, también periodista, y Sebastián Carbonó.
Hasta aquí la huelga es pacífica en lo fundamental. La situación se va agravando por los enfrentamientos en las fincas cuando la UFC intenta hacer el corte el 4 de diciembre con patasnegras o esquiroles y sacar el banano en trenes hacia el puerto de Santa Marta. A partir de este día se precipitan los acontecimientos. Hay que destacar el comportamiento ejemplar de las mujeres 31 de ellas condenadas después en los consejos de guerra.
El 5 de diciembre, a instancias del gobernador José María Núñez Roca, se abre una posibilidad de negociación en Ciénaga y una delegación de dirige hacia allí, pero es detenida por los grandes propietarios con el pretexto de que los obreros están armados y pretenden tomarse al asalto a Santa Marta.
Cortés Vargas envía un telegrama al Ministerio, “salgo a batir por el fuego a los amotinados”. Thomas Bradshaw, el gerente de la UFC, presiona constantemente al gobierno con numerosos telegramas e informando de un levantamiento armado.
El 5, los obreros se concentran en Ciénaga para marchar al otro día a Santa Marta. Están armados algunos, si mucho, de chambelonas.
Monumento cincuentenario de la masacre de las bananeras 1978, Ciénaga Magdalena
El mismo 5, el gobierno nacional emite el Decreto Número 1 que declara el estado de sitio en el departamento del Magdalena y nombra al general Carlos Cortés Vargas como jefe civil y militar. Más tarde, dicta el Decreto Número 4, que declara a los huelguistas cuadrilla de malhechores, ordena despejar la estación del tren y faculta a la tropa a disolver por las armas a los huelguistas.
El 6 a la una y veinte minutos, el general Cortés Vargas ordena disparar sobre una concentración de huelguistas reunida frente a la estación del Santa Marta Railroad, el tren de la UFC.
MARCO HISTÓRICO
¿Qué factores explican la reacción tan extrema del gobierno y el ejército ante un movimiento de carácter laboral y pacífico?
El primero, la Revolución Bolchevique en Rusia, seguida de la Revolución Espartaquista en Alemania y la Revolución en Hungría. Aquí son exaltadas por el Partido Socialista Revolucionario, cuyo gran auge alarma al gobierno.
La crisis del imperialismo, que va a estallar menos de un año después, con dos expresiones, la una, las grandes huelgas en Europa y EU, y la otra, el auge del nazifascismo: ya están en el poder Mussolini, en Italia, y Oliveira Salazar, en Portugal, en nombre del Estado Novo. Crece en Alemania el Partido Obrero Nacional-socialista, que va a arrasar en las elecciones. Aquí, la expresión del fascismo es la Ley 69 del 30 de octubre de 1928, la Ley Heroica o Ley de los Caballos, impulsada por el ministro de Guerra, Ignacio Rengifo, una reacción contra lo que llamaba el gobierno “la inminencia de la revolución bolchevique”. La Hegemonía Conservadora cobra un rasgo eminentemente anticomunista y proyanqui, al entregar a la Estándar Oil y a la Gulf Oil las Concesiones De Mares y Barco.
El sentimiento antiimperialista en auge, por el robo de Panamá, una herida aún viva: “No olvidéis a Panamá”, rezan los volantes de la huelga bananera. El PSR preside grandes manifestaciones contra la invasión estadinense a Nicaragua. Hay un precedente directo, las huelgas contra la Troco de 1924 y 1927, esta última con dos muertos. Ambas son dirigidas por Mahecha y la USO y con las mismas reivindicaciones de las que va a esgrimir Mahecha en la UFC.
Hay antecedentes de matanzas, cuando el ejército es enviado a reprimir a los huelguistas a plomo físico en las minas de Cananea, en Antofagasta, en la Semana Trágica de Buenos Aires, y en Santa María de Iquique (21.12.07), durante la presidencia de Pedro Montt, tras un pliego que pedía alzas salariales y que se prohibiera el pago en vales. El general Roberto Silva Renard, tras la declaración del estado de sitio, es nombrado jefe civil y militar y ordena disparar contra siete mil huelguistas concentrados en la escuela Santa María. ¿Cuántos? Armando Jovet Angelín, suboficial del Regimiento Caranpangue, le atestiguó a su hijo, Julio César Jovet, que él contó novecientos cuerpos en el primer turno de entrega de cadáveres a él encomendado. Víctor Mamami Condori, en un artículo escrito el 24 de agosto de 2007, con motivo de los cien años de la matanza, titulado “A la búsqueda de los masacrados de Iquique”, cuenta que se integró una comisión de especialistas, compuesta por arqueólogos, historiadores y médicos. Los expertos encontraron 872 cuerpos momificados en una fosa común al lado del Servicio Médico Legal de Iquique. ¿Por qué en Ciénaga no hubo pruebas como estas? Ver el testimonio de Gaitán sobre el playón de Aguacoca.
LAS PRUEBAS
En 1978, El Espectador y la revista Teorema publican en facsímil el telegrama desclasificado enviado al Departamento de Estado el 16 de enero de 1929 por el embajador Jefferson Caffery:
“Honorable Secretario de Estado. Washington. Señor: Con referencias a informes previos en relación con la huelga de Santa Marta, y con referencia especial a mi despacho N° 55 de diciembre 29, tengo el honor de informar que el representante de la United Fruit en Bogotá me dijo ayer que el número de huelguistas muertos por las fuerzas militares colombianas pasa de mil. Tengo el honor de ser, Señor, su obediente servidor, Jefferson Caffery”.
Theodore E. Nichols, Tres puertos de Colombia, Bogotá, Ediciones Banco Popular, 1973, pp. 256 y 257, narra que John J. McClintock, vicepresidente adjunto de la UFC, entrevistado en Boston el 1° de agosto de 1955, le dio una cifra concluyente: en Ciénaga, la madrugada del 6 de diciembre, hubo 410 muertos. El total, incluidos los muertos en las siguientes represalias, fue de mil quinientos.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
(Apartes de la conferencia dictada por Gabriel García Márquez en la Universidad Militar, Bogotá, 12 de abril de 1996. Ver texto completo en GGM, Yo no vengo a decir un discurso, EUA, Vintage Español, 2010, pp. 99-104).
“Creo, no obstante, que mi verdadera toma de conciencia sobre todo esto empezó cuando escribía Cien años de soledad. Lo que más me alentaba entonces era la posibilidad de reivindicación histórica de las víctimas de la tragedia, contra la Historia oficial que la proclamaba como una victoria de la ley y el orden. Pero fue imposible: no pude encontrar ningún testimonio directo ni remoto de que los muertos hubieran sido más de siete, y que el tamaño del drama no había sido el que andaba suelto en la memoria colectiva. Lo cual, por supuesto, no disminuía para nada la magnitud de la catástrofe dentro del tamaño del país.
“Ustedes podrán preguntarme, con toda razón, por qué en lugar de relatarla en sus proporciones reales, la magnifiqué hasta el tamaño de tres mil muertos que fueron transportados en un tren de doscientos vagones para arrojarlos en el mar. La razón, en clave de poesía, es simple: yo estaba trabajando en una dimensión en la cual el episodio de las bananeras no era ya un horror histórico de ninguna parte sino un suceso de proporciones míticas, donde las víctimas no eran iguales y los verdugos no tenían ya ni cara ni nombre, y tal vez nadie era inocente.”
La misma idea en Eduardo Posada Carbó, El desafío de las ideas, escribir la historia de la huelga “sin héroes ni villanos”. Para López M., nació una “leyenda con ribetes políticos”.
Un testimonio
A Horacio Hernández, chofer del municipio de Ciénaga, le correspondió con su compañero Bovea, transportar los cadáveres masacrados en la Estación del Ferrocarril. Hernández era en 1978 maestro de escuela en San Pedro de la Sierra. Entrevistado por Gabriel Fonnegra, dijo:
“Después de la matazón, un Cabo nos ordenó al Negro Bovea y a mí, que subiéramos a los camiones. Hay que arrear esta gente”. Playón de Aguacoca y el matadero de Capaburro. Habla de unos cuatrocientos muertos.
“Solo dejaron 9 muertos. El Coronel Oscar Pérez, apodado “Chigüita”, los señalaba al que pasaba y decía: “Ahí tienen los nueve puntos del pliego”.
Bibliografía
Carlos Arango, Sobrevivientes de las bananeras.
Jairo Aníbal Niño, El sol subterráneo.
Jorge Eliécer Gaitán, La masacre de las bananeras.
Carlos Payares González, Ciénaga: una república bananera. Huelga y masacre de las bananeras.
Judith White, Historia de una ignominia.
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Con motivo de los 95 años de la masacre de las bananeras.
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Sí, es correcto. El 21 de mayo de 1851 [1][2], el presidente José Hilario López sancionó una ley que liberó efectivamente a los esclavos en Colombia. Esta ley fue la primera de su tipo en abolir la esclavitud en América Latina y fue un hito para los derechos humanos. Esta ley también estableció el primer sistema de libertad condicional para los esclavos, que permitió a los esclavos trabajar en la libertad condicional y ganar su libertad total al cabo de cierto tiempo. Esta ley fue un paso importante en el camino hacia la igualdad y la equidad para todos los colombianos.