Por: Juan Felipe Vélez Rojas*
El viejo debate sobre el comunismo revivió con más fuerza en parte por las protestas realizadas en Colombia contra la reforma tributaria del presidente Iván Duque, en las que se le exigía al Estado que otorgara mejores condiciones económicas, sociales y de salud en un país con una tasa de desempleo del 14,4 %, según el más reciente informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane).
Las posteriores protestas contra el Gobierno de Miguel Díaz-Canel en Cuba, considerado uno de los últimos fortines del comunismo en el mundo, avivaron aún más la discusión y las críticas hacia este modelo.
¿Pero qué tan vigente está aún el comunismo? ¿Es una amenaza como la muestran algunos políticos? ¿Qué países siguen este modelo? Y, ¿por qué es tan temido?
Para Mauricio Jaramillo Jassir, profesor principal en la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, hay tres modelos de izquierda: el progresismo, la socialdemocracia y el comunismo ortodoxo. Y solo este último corresponde hoy en día al comunismo.
El primero, destaca Jaramillo, se refiere a la corriente de izquierda que cree en la redistribución, pero se aleja de la ortodoxia del marxismo. En este se incluyen grupos que de una forma u otra no se sintieron tan identificados con el comunismo marxista tradicional como indígenas, afros, mujeres, población LGTBI+ y ambientalistas, un grupo con fuerte presencia en América Latina.
La socialdemocracia en Europa, segundo grupo, se reivindica de la izquierda y está fuertemente identificada con la economía de mercado y la Unión Europea. “Esta socialdemocracia es tanto de izquierda como de centro. Es muy distinta del comunismo que en estos países abanderan los partidos comunistas europeos, donde se rechaza la economía de mercado. Esta socialdemocracia basa su discurso en la moderación y en la crítica tanto al nacionalismo de izquierda como de derecha”, explica.
Por último, el académico señala el comunismo ortodoxo vigente en países como China, Vietnam, Cuba y Corea del Norte, donde la economía de mercado existe solo porque el Estado la permite y sigue habiendo planes “quinquenales”.
Sin embargo, para el profesor Yann Basset, de la misma facultad de la Universidad del Rosario, el comunismo comprendido clásicamente bajo la ideología marxista y leninista es un modelo mandado a recoger. Para el experto, países como Rusia y China, señalados por muchos políticos neoliberales como sus ‘exportadores y promotores', ya no encajan dentro de este modelo.
“Particularmente Rusia ya no tiene absolutamente nada que ver con el comunismo, es una cosa que realmente no existe. En Cuba existe un poco para la fachada, como una especie de discurso oficial, pero un discurso en el cual ni siquiera las autoridades parecen creer mucho, simplemente es un régimen autoritario que digamos trata de sobrevivir en un contexto en que ya le queda bastante difícil”, señala Basset.
Ver también: La profundización de la crisis económica en Cuba aviva las demandas de cambio
Jaramillo coincide con Basset y destaca que Rusia no es comunista ni mucho menos pretende ‘exportar’ este modelo. Aunque Moscú tenga reivindicaciones geopolíticas -que puedan coincidir con la extinta URSS- en Ucrania, Bielorrusia, Georgia y Armenia, entre otros, esto de ninguna forma implica que Rusia pretenda "exportar" un modelo, señala el profesor.
No obstante, cuando se habla de China se vuelve más difuso para muchos determinar si la nación asiática es o no comunista. Gobernada por un único partido, el Partido Comunista Chino (PCCh), la nación ha logrado un crecimiento económico sin precedentes en las últimas décadas, impulsada por el denominado ‘capitalismo estatal’.
La nación de hoy en día dista mucho de la que alguna vez Mao Zedong dirigió hace 71 años, cuando implementó políticas marxistas centradas en el sector campesino. El Estado chino de hoy cuenta con uno de los sectores bancarios más fuertes y prósperos del mundo y con un sector industrial que exporta e importa a un nivel igual o mayor que el de Estados Unidos, principal referente del capitalismo mundial.
Aunque existe la propiedad privada y una sociedad de consumo similar a la de los Estados capitalistas, el PCCh mantiene un control que va más allá de lo político y se extiende a lo económico. El partido controla las entidades bancarias, las industrias más importantes de la nación, el Internet y el sistema educativo. Pocos son los sectores que escapan al control del poderoso partido político.
Basset destaca que China ha cambiado totalmente de proyecto político desde la época de Deng Xiaoping, quien impulsó una reforma económica conocida como ‘Reforma y apertura’. Tiene un sistema que, pese a ser controlado verticalmente, no corresponde para nada a lo que fue el comunismo de la época de Mao Zedong.
“De hecho, ni siquiera hay mucha referencia al comunismo como tal en el discurso oficial chino por más que el partido se siga llamado Partido Comunista y más bien hay un discurso nacionalista más que comunista”, destaca el experto.
En lo referente a ‘exportar su modelo’, Jaramillo señala que Pekín no tiene la intención de meterse en la política de terceros Estados. Resalta que tanto China como Rusia han defendido el principio de la no injerencia y no condicionan ayudas a cambios en la política interna de terceros países.
“Plantear una Guerra Fría como lo hace la derecha es un anacronismo pues ni Rusia ni China tienen el espíritu mesiánico tan característico de Europa o de EEUU más recientemente”, enfatiza.
Por qué el miedo al comunismo
En medio de la jornada de paro nacional en Colombia contra la reforma tributaria del Gobierno de Duque se hicieron más fuertes las voces de quienes exigían reformas a la educación, la salud y una forma más equitativa de redistribuir los beneficios económicos para beneficiar a los sectores más pobres del país.
Pero estas exigencias fueron catalogadas por muchos, en especial por los sectores más conservadores de la nación sudamericana, como un ‘grito de advertencia y peligro’ sobre el advenimiento del comunismo a la nación. Mencionaron como ejemplos a Venezuela y a Cuba, y cómo este modelo había destruido sus economías y privado a sus habitantes de las libertades.
Para Basset, este tipo de asimilaciones son abusivas. Catalogar cualquier tipo de reformas o intervención del Estado como comunismo o socialismo es un exceso completo. Garantizar derechos sociales a través de la intervención del Estado y por medio de programas de redistribución no necesariamente significa comunismo. Es confundir totalmente las cosas, explica.
Sobre Cuba, Jaramillo destaca que, aunque el sistema político y económico de la isla es comunista y está inspirado en la URSS, este comunismo ha cambiado y se ha adaptado a las nuevas demandas de la sociedad en medio de reivindicaciones de grupos como la población LGTBI, de las nuevas generaciones que piden mayor apertura, y obviamente de las nuevas exigencias de los sectores más emblemáticos de la revolución como profesores, entrenadores y médicos.
“En sentido estricto, el modelo soviético se acabó cuando el socialismo real se derrumbó en la entonces Checoslovaquia, Polonia, Hungría, etc. Queda el comunismo en sentido general, pero entre las otras corrientes de izquierda (socialismo, progresismo, socialdemocracia) es hoy minoritaria y muy resistida”, explica el académico.
Sobre Venezuela, ambos expertos coinciden en que no se trata de un país comunista, pues sigue existiendo la economía de mercado y la alternación de partidos. Pese a la existencia de algunas similitudes de Venezuela con Cuba, hay diferencias fundamentales. Entre otras, el hecho de que en Venezuela el ‘chavismo’ se impuso por la vía electoral, que no fue el caso en Cuba, y la existencia de una oposición política.
Para Basset, el miedo al comunismo se entrelaza con el miedo a cualquier cambio en sociedades muy desiguales, cambios que significarían pérdidas para algunos sectores. Pero también hay miedo a situaciones reales, las cuales podrían derivar de reformas económicas mal estructuradas y aplicadas que podrían desestabilizar profundamente la economía de ciertos países y que podrían desencadenar en sistemas totalitarios, como sucedió con el 'chavismo' en Venezuela.
“La verdad yo no veo ningún Estado que pueda llamarse comunista. Es curioso ver cómo Pedro Castillo en Perú, por ejemplo, reivindicó el comunismo como tal, pero pues el compilado de su discurso es una mezcla muy rara de temáticas conservadoras, nacionalistas y efectivamente socialistas, un poco de todo. Es una amalgama curiosa que viene tanto de movimientos de izquierda como de movimientos que se oponen a la izquierda”, señala Basset.
Por su parte, Jaramillo destaca que el miedo a este modelo se da debido al recorte de libertades en algunos Estados comunistas como sucedió en el pasado en Europa central y oriental, en China o en Cuba.
En América Latina, explica Jaramillo, EEUU ha utilizado la precariedad en Cuba para advertir a terceros Estados sobre los "riesgos" del comunismo. Cuando la gente observa las enormes dificultades que atraviesa Cuba, es normal que teman que sus países pasen por lo mismo.
“Se trata de una narrativa muy fuerte y que ha tenido efectos aún más visibles con la degradación de la crisis venezolana. Esto ha hecho que varios partidos de derecha promuevan la idea infundada del 'castrochavismo', una suerte de corriente incompatible con la democracia, pero que en la práctica no existe, pues Cuba y Venezuela tienen modelos muy distintos”, concluye el experto.
*El autor es un periodista de la Universidad del Rosario con una maestría en estudios internacionales de la Universidad de Los Andes.
https://www.aa.com.tr/es/an%C3%A1lisis/hoy-en-d%C3%ADa-a%C3%BAn-se-puede-hablar-de-comunismo/2325802
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